La elección de Walker acaba con el mito de que el Coors Field impide entrar al Salón de la Fama
Por Juan Pablo Aravena
Este martes por la noche se conocieron los nuevos integrantes del Salón de la Fama de MLB correspondientes a la clase de 2020 y sólo dos nombres se agregaron a la inmortalidad en Cooperstown. Ellos son Larry Walker y Derek Jeter.
La entrada de Jeter estaba fuera de toda duda, pero la de Walker sin duda que puede sentar un precedente para el futuro.
El toletero pasó casi 10 años de su carrera de Grandes Ligas con los Rockies de Colorado e incluso fue el MVP de la temporada 1997, pero su exaltamiento a Cooperstown siempre estuvo en duda por el hecho de haber jugado mucho tiempo en Coors Field, donde la altura suele inflar los números ofensivos.
Considerando ese factor, la entrada de Walker al Salón de la Fama puede abrirle la puerta a jugadores de los Rockies en el futuro, como Nolan Arenado una vez que decida retirarse. El haber jugado sus encuentros de local en Coors Field era sólo una circunstancia geográfica y no una forma de hacer trampa, como si se puede argumentar contra los peloteros que utilizaban sustancias prohibidas para aumentar el rendimiento.
Lo cierto es que Walker contaba con números de sobra para llegar a Cooperstown en su último año de elegibilidad. Durante su periplo con los Rockies ganó cinco Guantes de Oro, dos Bates de Plata, participó en el Juego de las Estrellas cuatro veces y fue Top 10 en la votación de MVP en tres ocasiones, quedándose con el galardón en 1997.
En ese año, Walker bateó para .366 con un OPS de 1.172 además de conectar 49 jonrones y remolcar 130 carreras. Su habilidad ofensiva quedaba fuera de toda duda.
Y ahora posee una placa en Cooperstown que así lo confirma, marcando además un precedente en el proceso.