¿Por qué Barry Bonds fue exaltado al Salón de la Fama de los Piratas y no al de la MLB?
Por Mariana Moreno
Para Barry Bonds, tener una placa en el PNC Park, el hogar de los Piratas de Pittsburgh, le hace sentirse suficientemente reivindicado. Asegura que le basta y que le ayuda a dejar atrás el hecho de que no entrará al Salón de la Fama de MLB.
“No tengo que preocuparme más por esas cosas en mi vida”, dijo Bonds, de 60 años de edad, a ESPN este fin de semana. “Quiero convivir con mis nietos e hijos. No tengo ya aquellas esperanzas. Espero respirar mañana y ver si puedo llegar a los 61 años”.
Pero no todos sienten la misma paz. Todavía hay quienes aseguran que el toletero merece tener un lugar en Cooperstown. Porque, después de todo, es el máximo jonronero de todos los tiempos en las Grandes Ligas.
Bonds, un miembro del club 40-40, jugó 22 temporadas en las mayores con los Piratas y los Gigantes de San Francisco. Y no sólo es dueño de la marca absoluta de cuadrangulares para una campaña con los 73 que dio en 2001, también está al frente de la lista de máximos jonroneros de la historia con 762.
Fue siete veces MVP, ganó dos títulos de bateo, 12 Bates de Plata, estuvo en 14 Juegos de Estrellas y también fue un buen defensor del jardín izquierdo, como certifican sus 8 Guantes de Oro. Es sexto en remolcadas de todos los tiempos con 1.996, dio 601 dobles, se robó 514 bases y quedó cerca de los 3.000 hits.
Pero le está negada la inmortalidad por sus vínculos con el uso de sustancias para mejorar el rendimiento. En 2011, el toletero declaró en una corte federal en San Francisco haber utilizado esteroides y hormonas de crecimiento sin saberlo. Luego ha intentado limpiar su nombre diciendo que en su época no había reglas y además de iniciar una batalla legal, considera injusta su exclusión del Salón de la Fama.
En esto no hay vuelta atrás. No recibió los votos de cronistas deportivos en los 10 años de elegibilidad y tampoco le dieron la oportunidad en diciembre pasado cuando su caso fue revisado por el Comité de la Era Contemporánea.
Con el acto en Pittsburgh, Bonds se siente reconocido. Allí pasó siete temporadas antes de irse a la Bahía. “Fue divertido”, dijo sobre esa época. “Aquellos fueron buenos tiempos. No puedo agradecerles lo suficiente. Éste es un gran honor. Ha sido una gran trayectoria para mí”.
No es puro romanticismo. Bonds dejó a Pittsburgh al final de la temporada de 1992 y todavía está entre los primeros 10 puestos de varias categorías estadísticas de la franquicia como jonrones (175) y bases robadas (251). Incluso el manager Jim Leyland llegó a decir que su combinación de velocidad y poder lo convirtieron “en el mejor jugador”, que dirigió.
Muchos se preguntan por qué los Piratas sí reconocen su trayectoria. Es por la misma razón que los Atléticos de Oakland exaltaron a su Salón de la Fama a José Canseco o Cleveland a Omar Vizquel. En lo que respecta a los equipos, los asuntos extradeportivos no tienen tanto peso.
Las organizaciones eligen darle más importancia a las carreras y los legados de estos jugadores que a los escándalos fuera del campo y por eso celebran lo que representaron para el equipo y los fanáticos.